Hace tiempo que practico el vive y deja vivir y les aseguro que me va muy bien. Esa fase de todo me resbala y salvase quien pueda, no la he alcanzado aún, ni creo que lo haga, pero respeto a quien o quienes lo hacen. La ausencia de sangre por las venas es la única respuesta que veo a quienes comulgan con esa frialdad y a la par con la ausencia de emociones tan necesarias para convivir y tan difíciles de controlar a veces.
Tengo que confesar que, en ocasiones, me gustaría ser así. Vivir con frialdad y mirando para otro lado a sabiendas que los problemas que están alrededor necesitan la implicación de toda la sociedad para su erradicación. A todo lo dicho he de alegar que mi ética, mi educación y mi sangre caliente, no me lo permite, por lo que seguiré del lado del ojo crítico y del lado asociativo, tratando de buscar esa concienciación general ante derechos fundamentales vulnerados día tras día.
Los que tratamos con temas de infancia y adolescencia, vemos un atisbo de esperanza en las nuevas leyes que se están implementando actualmente. Lo percibimos también, en parte de la sociedad que muestra ciertas reacciones a actos miserables y mezquinos que los diarios o el boca a boca nos hace llegar, pero sí que es cierto que esa esperanza a veces se cae cuando vemos conductas como el llamado ‘reto del pijo’, tan de moda actualmente y que ha acabado con palizas a adolescentes desconocidos, simplemente por llevar ropa o calzado de marca. Todo ello grabado y subido a las redes sociales.
Comportamientos como el expuesto, realizado por una menor de 14 años y jaleado por quienes la acompañan, hace que te cuestiones donde están las prioridades y donde han estado, viendo todo lo que está aflorando actualmente con conductas abusivas a menores en un pasado no tan lejano. Esa esperanza se va alejando, cuando en redes cercanas, observas a profesionales de la medicina alertando de servicios de urgencias atendiendo menores que piden acabar con su sufrimiento porque no ven otra salida y te vuelves a preguntar en qué lugar quedan estas prioridades, aunque tengas claro cuál es la respuesta.
A un paso de que el curso escolar acabe, en un año difícil para muchos y muchas, habría que lanzar diversos mensajes a quienes tienen en sus competencias los derechos humanos, pero mientras, permítanme mandarles un consejo: salgan del despacho, bajen a la calle, mézclense con la gente, vean lo que hay alrededor, y obren en consecuencia.
En sus manos queda tomarlo o no.
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